Se acercan las elecciones. No todos los partidos son
iguales. Hay que saber distinguir a los títeres que legislan en
beneficio de los de arriba, de aquellas personas honradas que se
adentran en política con el propósito de laborar por el bien común.
Es difícil diferenciar a los buenos de los malos pues la mayor parte
de la prensa y de los canales de radio-televisión se encuentran en manos
de los de arriba. Los muy pillos tampoco nos dejan tiempo ni energía
para contrastar las noticias envenenadas de sus mass-media los cuales,
bajo la apariencia de independencia y objetividad, nos llevan
confundiendo, distrayendo y aterrorizando desde la infancia de una
manera tan sofisticada que resulta casi imperceptible.
Así es como ha calado en el pueblo la idea de que “el ser humano es
un lobo para el hombre”, una bestia, un monstruo, algo de lo que es
preciso aislarse y desconfiar de manera irracional, sin distinciones.
¡Qué astutos han sido los de arriba! ¡Como han sabido dividir al pueblo
alimentando los traumas sociales por medio de su industria audiovisual
al mismo tiempo que desmantelaban poco a poco los estados de bienestar
para ir instaurando con sigilo el sistema neoliberal del “sálvese quien
pueda”!
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